Evreux, Francia. 25 de diciembre, 2003.
El despertador me levantó a las 5:45 de la mañana, ¡que horror y que hueva! Pero tenía que aprovechar mi corta estancia en Francia para recorrer las visitas que me faltaban. Arreglé el sofá-cama que me prestó mi tía lo mejor que pude porque ella es muy especial en ello. Tomé jugo y un pan, y escribí una pequeña nota agradeciéndole a mi tía todas sus atenciones y cariño. "Gracias tíita peshiosha cara de osa". Salí corriendo a la estación de tren. El frío calaba que era espanto, y en Normandía en esa época del año era peor aún. Para mi jodida suerte el tren de las 7:15 nunca llegó y tuve que esperar hora y media en la estación. Ya que carajos! Cézanne, Picasso y Van Gogh se pueden ir a la mierda, que frío hace en Francia, ¡que parió! (expresión oaxaqueña de asombro). Luego tranquilidad, casi había olvidado lo hermosa que es la campiña francesa mientras el tren dejaba atrás todos esos paisajes que los impresionistas habían tomado de modelo para sus cuadros.
Ya llegó el mentado tren y a las 9 estaba en Gare Saint-Lazare de París (oootra vez). En friega me metí al metro y compré mi boleto de 10 viajes. Ésta vez mi francés resultó perfecto y el vendedor ya no me vió con cara de “y tú que pex”?
Al fin llegué al CISP Ravel (previa cita) y pagué por adelantado 5 noches. Me dolió el codo cañón pero tenía mi propio baño y no tenía que compartir habitación, después me arrepentí porque no había nadie en el sejour, hostal, jáaa ja. Para mi superjodida suerte olvidé mi cámara en casa de Rach, en Sannois, antes de salir a Evreux, ¡ayya que guey!
Me dormí un rato y me fui directo a Museo d´Orsay sin comer porque no tenía hambre (¡¡graaaaan error!! ¡¡D´Orsay es enorme!!), estando en la sala de Ingres un cuadro que se llama La Vendimia casi me hace llorar porque me recordaba a mi madre. Bueno, sí lloré un poco pero procuré que nadie me viera.
Estaba en el paraíso: Delacroix, Degas, Monet, Manet, Renoir y mi favorito Toulouse Lautrec estaban en el mismo lugar ¡que chido! Pero para cuando llegué a las esculturas de Degas ya me estaba comiendo las mangas del suéter que me regaló mi tía la noche anterior. Le hablé a Rach para saludarle y ver cuando nos veíamos y a Cemi. Estúpidamente olvidé mi agenda en Madrid, pero mis amigos todos ya se habían ido a sus países y Zepeda seguro estaba fuera, o andaba con Charlie Brown y yo no quería ser mal tercio.
Caminé y caminé y me fui al hotel.
París. 26 de diciembre.
En la mañana te dan tu petit dejeune, incluido en el costo de la habitación. Me fui a Trocadero y me acordé mucho de mis supercomadres Margarita y María Rosa, dos bellezas italianas que fueron mis compañeras de clase en septiembre, durante el cours de civilization de la Sorbona, y grandes amigas. Recorrí otros museos que se me atravezaron, un panini de 2 euros y órale, a seguirle, hay que caminar para estar calientito.
Ya en la noche me compré manzanas y jugo en una tienda de árabes, para la cena.
-¡Qué sorpresa, sí les entiendo!-pensé.
-¡Y no son tan ojetes como los pintan en las películas!
Llegué al hotel y me senté en la sala de TV para ver que había, una chica –de gorro para el frío y gafas- al lado preguntaba donde había una tiendita. Se le acercó un tipo que parecía clochard, borrachín, aquí ya hice mal tercio. Platiqué con ella hasta que el clochard se fue.
Irina es de Rusia, de un pueblo que se llama Sochi, curioso porque significa Flor y se oye igual que Xóchitl, flor en náhuatl.
-¡Y tu de donde eres?- Me preguntó.
-De México…
-Ooooh, yo soy gran fan de Talhía!!
-¿¿En serio??- pareces una chica inteligente- pensé.
-Conozco la canción de Marimar, ¿quieres oírla?
Me impresionó que una rusa hablara tan bien español, pero me apenó que en Rusia las telenovelas mexicanas son tan populares. Siempre he creído que México debe pedir disculpas al mundo por las novelas (¡Ayay no pongan esa cara!), pero me hizo mucha gracia que imitara a Talhía, que simpática. Hasta se acordó del mecate que usa Marimar en vez de cinturón, que risa!
Acompañé a Irina a comprar su cena, un chocolate y galletas (de chocolate por supuesto) ¡y nunca había visto a nadie comer tanto chocolate y limpiarse todos los dedos con la boca!
Irina es encantadora, chistosa y desinhibida…, estudiaba en Lyon, estaría en París hasta el 28, y le quedaban unos meses antes de partir a la madre Rusia (aunque se dice Rashia, o Raszia, o algo así). Tenía un amigo (o novio) que la esperaba en Lyon, pero bueno, nadie es perfecto.
-¿Y qué haces mañana?- le pregunté (…pregunta obligada).
-Voy al museo d´Orsay.
-¡Ayya que hueva!- sólo de recordarlo las tripas me revoloteaban- te lo cambio por el Louvre.
-D´accord. Vamos.
París. 27 de diciembre.
En el petit dejeune, ya estaba Irina esperándome, que linda, ni siquiera había tocado su desayuno. Ya sin su gorro y sin gafas se veías más bien bonita, guapetona.
Irina era bien chistosa, siempre quería que le tomára fotos con su cámara, yo me burlaba de ella y le decía que era fan de sí misma.
Cuando entramos al metro, fiuum, Irina entró como felcha sin pagar boleto.
-No manches, si nos agarran nos matan (una vez mis comadres de España se pasaron sin pagar y les fue un poco mal).
-Es que muy caro, en Rusia cuesta menos ¿porqué estas blanco?
Pues me tuve que acostumbrar, porque Irina en todo el viaje sólo pagó un boleto, pero ya le había agarrado maña, cuando brincarle y cuando no.
Llegamos al Louvre, ¡que chidoo! 7.50 euros la entrada estudiantes, un robo pero vale la pena. Eso sí, los polis están al acecho porque nunca falta el tarado que cree que los cuadros son como las estampitas rasca-huele.
¡Sully! Hay una sala que me recuerda a mi cuata Marisol, le digo así porque me recuerda al monstruo de Monsters INC. Entramos por Sully hacia los cimientos originales del Louvre, luego arriba a la colección de Egipto, luego la griega, romana, esculturas, mi preferida la Victoria de Samotracia,. Después nos perdimos, pintura francesa, italiana, la Gioconda, ahora de moda gracias al Código da Vinci, pinturas y más pinturas. Nos perdimos no sé cuantas veces. Egipto, Grecia ¿¿otras vez??, culturas americanas, ¡un azteca! ¿¿Y tu guey que haces hasta acá??
Salimos hasta que gracias a Dios nos corrieron de ese laberinto. Los franceses no conocen los modales cuando te corren para que ellos puedan descansar.
-De mejores museos me han corrido …che franchute – bueno… no, de hecho este es el mejorcito (que bueno que ese guey no hablaba español).
Irina estaba encantada:
-Ahora vamos a buscar regalos, para amigos de Rusia.
-¿Regalos? Ah caray, ¿de donde?
¡Que buen truco y qué lista! Entramos a Sephora, que es como un mall-cito pero de perfumería y allí nos pepenamos las pruebitas de perfume que regalan, las que pudimos. No me apenó ni me sentí mal porque los vendedores son bien fresas y mamilas, pero bueno…
Entonces le digo a Irina- ¿porque no te quedas unos dias más?
-Hmmm, no tengo dinero para pagar habitación –me dice.
-Pues te quedas conmigo.
-Bueno- dice.
-¿En serio?- uy, esteeeee…hmmm pero tenemos que avisar en recepción.
-Nooo porque me cobrarán, tonto.
¡Mierda! Yo sólo quería ser cortés –pensé- pero bueno, ni modo que decir no, ¿que dirán de los mexicanos en Rusia? Ay lo que tengo que hacer por mi patria...